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ARTÍCULOS.

Articulo 1

Comunicación intercultural y literatura en contextos educativos.

 

La comunicación constituye uno de los rasgos humanos más importantes… la base de la misma es el diálogo cuyas características son ser racional y que ninguno de los interlocutores posea el monopolio de la iniciativa. La forma más habitual que tienen los seres humanos para dialogar es a través de la palabra que está ligada a la acción y a la reflexión. Para Paulo Freire, palabra y acción están unidas íntimamente, advirtiendo que palabra sin acción es verbalismo; en cambio, la acción sin palabra es activismo. Las personas se distinguen por su quehacer, que a la vez es acción y reflexión, vale decir, es praxis, es transformación del mundo (…).

Por tal motivo, expresar la palabra [adecuada] contribuye a cambiar el mundo. Al mismo tiempo hay que señalar que la palabra no es privilegio de unos pocos, sino un derecho de todos: ningún individuo puede decir la palabra por otro, si así ocurriera, sería como robarle al otro el derecho a decirla.

 

Bórquez Bustos, Rodolfo (2006, p. 150). Pedagogía Crítica. México: Ed. Trillas.

 

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Articulo 2

Otro rasgo que desde la perspectiva de la comunicación intercultural adquiere una especial relevancia es el carácter empático de la misma (Álvarez et al., 2005). La empatía se define como una experiencia adquirida a partir de las emociones de los demás a través de las perspectivas tomadas de éstos y de la simpatía, considerada  como un componente emocional de la empatía, concepto atribuido a Carl Rogers (1960).

La empatía es la capacidad de ponerse en lugar de otra persona, entender sus sentimientos, mirar el mundo como él o ella lo mira, y no evaluarla ni prejuzgarla según criterios y esquemas propios (no necesariamente estar de acuerdo, sino entender su punto de vista). De esta manera, podemos comprender (aunque no la compartamos) la perspectiva subjetiva y emocional de la otra persona, la percepción y valoración de su situación personal, lo que facilita la regulación de

nuestras relaciones sociales.

 

Bartolomé, Margarita (2002). Identidad y ciudadanía: un reto a la educación intercultural, Barcelona: Narcea

 

Articulo 3

Más cercano a nuestro tiempo, el escritor Vargas Llosa defiende que la literatura debe estar incluida en todos los programas de educación porque, además de contribuir a la formación del individuo, es la “memoria de la humanidad”, en ella se reconocen todos los seres humanos y contribuye de un modo fundamental al entendimiento cultural. A este respecto, el Nobel de la Literatura 2010 nos dice:

Nada enseña mejor que la literatura a ver, en las diferencias étnicas y culturales, la riqueza del patrimonio humano y a valorarlas como manifestación de su múltiple creatividad. Leer buena literatura es divertirse, sí; pero, también, aprender, de esa manera directa e intensa.

El valor simbólico de la literatura reside en que recoge las necesidades, deseos, anhelos, miedos, preocupaciones y fenómenos propios de la vida de la sociedad que ha creado su propio corpus literario. A través de la educación intercultural se han de incorporar nuevos símbolos y valores de las otras culturas. Se trata de reelaborar la tradición propia con lo distinto, lo lejano, lo nuevo y desconocido de las otras culturas que comienzan a enraizar en nuestra sociedad con objeto de

abrir nuevos horizontes en la mentalidad social. Mediante la escucha, lectura y reescritura de cuentos, mitos, leyendas y relatos de orígenes diferentes, la tarea educadora ha de trabajar las construcciones literarias como construcciones de sentido (ideológico, simbólico, estético y cultural) dirigidas a la educación intercultural a través de:

- Procesos de comprensión de los grupos culturales que conviven en una sociedad.

- La aproximación a las personas, conociendo mejor nuestras formas de ser y acercamiento a la realidad desde cada cultura (cosmovisiones).

- El reconocimiento de las diferencias aceptando la diversidad cultural.

- La activación de los valores del respeto y de la tolerancia ante lo distinto, diferente, lejano y nuevo con posturas que caminen hacia posturas cada vez más tolerantes y comprensivas.

- La interiorización de los valores propios de la educación intercultural en aras de la convivencia y redefinición cultural.

 

La literatura (oral y escrita) es un vehículo de comunicación (interpersonal) profundo. Utilizar la literatura como coyuntura en los espacios escolares (y en otros espacios sociales donde tiene lugar la vida de niños y jóvenes como asociaciones juveniles o bibliotecas), además de fuente de diversión y aprendizaje, puede ser una oportunidad importante a favor de la interculturalidad.

 

No nos cabe ninguna duda acerca de que el conocimiento de la cultura propia y ajena ofrece posibilidades de encuentro porque a través de los relatos, los cuentos, las historias o el contenido de las canciones, podemos adentrarnos en una “historia común” a todos donde están el amor, la amistad, el juego, las canciones, el trabajo, los miedos o los deseos, como temas universales y centrales de todas las culturas que nos unen en un mismo destino, el de ser seres humanos.

 

 

 

Artículo 4

Interculturalidad y democracia

Si como sociedad no transitamos a una mayor interculturalidad, la verdadera democracia no será posible:

a) La democracia tiene como fundamento el pluralismo, y se desarrolla precisamente porque los seres humanos no piensan igual. Por tanto, la democracia debe reflejar la pluralidad existente en el país. Un aspecto importante de la pluralidad en México, así como de muchos otros países, es su pluriculturalidad. El pluralismo no puede existir en la medida en que existan asimetrías. Los que han sido estigmatizados, aquellos cuya voz no se escucha en la sociedad a la que pertenecen, no cuentan con los mecanismos para defender lo suyo. El pluralismo no puede existir si existen personas y grupos que se consideran superiores, porque al hacerlo son incapaces de escuchar a los otros diferentes y de aprender ellos (Schmelkes, 2005).

b) La democracia supone la existencia, al menos, de la tolerancia. La tolerancia es en sí misma un opuesto del racismo: superficial, pero un opuesto al fin. La tolerancia implica el reconocimiento del derecho de todo ciudadano de expresarse, de externalizar sus opiniones, de votar. Donde hay racismo, este derecho no se acepta.

c) Pero la democracia también supone el respeto. Éste es un opuesto más profundo del racismo que la democracia, porque va más allá del reconocimiento del derecho a las opiniones y a las expresiones. El respeto se diferencia del racismo en que, además de aceptar el derecho del otro a expresarse y a opinar, supone un interés por escuchar la opinión y la expresión del otro. Ahí donde no se respeta al otro diferente o que piensa diferente, no puede haber verdadera democracia.

d) La democracia, al mismo tiempo, supone la justicia y es un mecanismo para perseguirla. La justicia es un punto de llegada que se caracteriza, entre otras cosas, por la ausencia de asimetrías. Supone madurez cívica porque participar en la toma de decisiones, que claramente es una exigencia de la democracia, no puede limitarse a defender los intereses propios o de grupo, sino que implica luchar por los derechos e intereses de aquellos que están siendo perjudicados por el status quo. El racismo en nuestra sociedad se encuentra incrustado en las leyes, en las estructuras institucionales, y en las formas en que operan las instituciones. El racismo se encuentra en el corazón de las decisiones de política que afectan a las minorías, y entre ellas a los indígenas.

 

 

 

Artículo 5

Educar para la interculturalidad

Educar para la interculturalidad implicará retos distintos para diferentes poblaciones, durante un largo periodo, debido fundamentalmente a que la larga historia de discriminación y dominación cultural en México supone trabajar con la población indígena, de manera muy importante y casi central al principio, en torno a la valoración de lo propio que, debido al racismo introyectado, ha sido menospreciado por ellos mismos en muchos casos.

Así, en el caso de poblaciones indígenas, la educación debe luchar contra los propósitos de homogeneización que han prevalecido en el pasado. Cierto que hay propósitos educativos que deben ser iguales para todos los estudiantes del país. Estos propósitos, sin embargo, tienen más que ver con habilidades básicas y superiores de pensamiento, así como con valores morales (sociales) orientados a la convivencia, que con la transmisión de conocimientos. Esta última es mucho más vulnerable al sesgo –o a los intentos de imposición– cultural. Pero más allá de eso, la educación destinada a las poblaciones indígenas debe perseguir un bilingüismo equilibrado como producto de la etapa básica.

La lengua es la forma más eficaz y económica de nombrar la cultura, y el domino de la lengua propia es lo que permite mantenerla dinámica y seguirla fortaleciendo. Cuando se pierde una lengua, es muy probable que se deje de nombrar la cultura, y que con la lengua se vaya perdiendo también esta última. Por otra parte, es esencial que la población indígena domine el español como la lengua franca en un país plurilingüe, pues sólo ello le permitirá gozar de iguales oportunidades y derechos frente a y en la sociedad más amplia.

Pero el dominio de la lengua propia no resulta suficiente. Además, es indispensable que conozcan su cultura –que la escuela se erija como la institución que también reproduce la cultura propia, además de presentar la nacional y las demás culturas del mundo– y que se logre la valoración de la propia identidad. Si esto no se logra, las relaciones con los otros –en este caso los miembros de la cultura dominante–, desde una posición de igualdad no resulta posible.

Los indígenas deben poder relacionarse con los otros históricamente dominantes desde la fortaleza de su propia autoestima individual y cultural. Estos propósitos educativos, por otra parte, deben perseguirse a todos los niveles educativos y no sólo, como hasta hace muy poco, hasta la primaria.

Una condición fundamental para combatir la asimetría escolar entre la población indígena es asegurar una educación de muy alta calidad, una educación capaz de asegurar no solamente los resultados de aprendizaje deseados, sino de atraer y de retener a la población indígena durante el tiempo necesario para lograrlos –al menos durante la educación básica–. La calidad, sin embargo, no se puede obtener de la misma manera y a través de los mismos medios en contextos culturales diferentes. La educación destinada a la población indígena debe ser lingüística y culturalmente pertinente, debe pasar la prueba de la utilidad para la vida actual y futura de sus alumnos. Debe ser capaz de desarrollar en los alumnos habilidades superiores de pensamiento, en relación con sus propios valores, conocimientos, sabiduría, cosmovisión; habilidades superiores capaces de facilitar el diálogo con otros conocimientos y valores producidos por otras culturas y capaces de proporcionarles oportunidades de aprendizaje significativo.

Con la población mestiza, que en el caso de nuestro país es la mayoría, se requiere transitar por tres etapas y a través de dos saltos epistemológicos. La primera etapa se refiere al conocimiento de nuestra diversidad. Es muy difícil exigirle a alguien que respete lo que no conoce. Sin embargo, hasta hace muy poco, el currículum de la educación básica, así como el de los otros niveles educativos, no ha incluido el conocimiento sobre los indígenas que viven actualmente en nuestro país. Los indígenas se quejan, y con razón, porque, como ellos mismos lo señalan, "los alumnos aprenden sobre los indios muertos, pero no sobre los indios vivos". El conocimiento sobre las culturas indígenas –lo que saben y lo que creen; sus mitos y rituales; su visión de la historia, lo que valoran y cómo lo enseñan; su cosmovisión–, debe incluirse de manera transversal en todas las asignaturas del currículum escolar, en todos los grados y a todos los niveles. El propósito no es la transmisión de estos conocimientos, sino despertar la capacidad de asombro sobre nuestra diversidad cultural y su riqueza, así como el deseo de conocer más sobre la misma.

EJEMPLOS DE INTERCULTURALIDAD

Patrimonio Natural: El Cielo, para México. 
Patrimonio Cultural Tangible: Las cabezas olmecas de La Venta. 
Patrimonio Cultural Intangible: La cosmovisión Huichol. 

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